Amores divertidos by Julie Kistler

Amores divertidos by Julie Kistler

autor:Julie Kistler
La lengua: spa
Format: epub
editor: Harlequin, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
publicado: 2019-12-08T16:56:23+00:00


Capítulo 7

EN EL dormitorio, Dylan hablaba con su tío:

—Tienes que dejar de arruinarme la vida.

—¿Cuándo he hecho yo eso? —preguntó Hiram Wright, todo inocencia, mientras se tomaba el sexto vaso de agua.

Fluidos y más fluidos eran su remedio para casi todo. Una pena que funcionase, además. Le serviría de penitencia tener una resaca de mil demonios como todos los que iban de fiesta con él.

—He viajado contigo porque sabía que me necesitabas, pero ya no… ¿Me estás escuchando? Me niego a escribir más libros por ti si no te portas como una persona normal.

—Calla… Podrían oírte.

—No me oyen. Por tu culpa, Leonora está leyéndole la cartilla a Polly.

—¿Por mi culpa?

—Por favor, tío Hiram, le has hecho la vida imposible. Y estoy harto, se acabó.

—No te creo. Siempre amenazas con dejarme y nunca lo haces. Eres un pelma —replicó El Salvaje, haciendo gárgaras con el agua.

—Esta vez lo digo en serio. No más libros.

—Escribir mis libros también es un buen negocio para ti —dijo su tío, secándose la cara con una toalla—. Yo hago de Relaciones Públicas, tú escribes los libros, compartimos mi reputación para vender y compartimos también los dividendos. Es demasiado dinero como para tirarlo por la borda, hombre. Yo que tú me lo pensaría dos veces.

—Si te comportas, no tendré que irme —suspiró Dylan.

—Pero si me comporto, no seré El Salvaje —protestó Hiram—. Y nadie comprará mis libros.

Eso era cierto, desgraciadamente. Hiram Wright siempre andaba en la cuerda floja. Tenía que mantener su proverbial imagen de chico malo, pero no podía hartar a todo el mundo.

Y Dylan empezaba a estar harto.

—Sé que tienes que hacer un poco de teatro. Pero, por favor, reduce tus locuras a las apariciones públicas. Y tranquilízate un poco.

—¿Tranquilizarme? —repitió El Salvaje, horrorizado.

—Se acabó lo de robarme la cartera y dejarme tirado en un avión, por ejemplo. Se acabó lo de salir corriendo en las estaciones de autobuses. Y deja de arruinar mi vida amorosa.

—¡Yo nunca he arruinado tu vida amorosa!

—Lo hiciste anoche —replicó su sobrino—. Polly y yo estábamos acercándonos… Me gusta esa chica. Y si tengo que lidiar contigo y tus mariachis cada vez que me acerco a ella, no llegaré a ninguna parte. Es frustrante.

Hiram soltó una estruendosa carcajada.

—Ahora me cuentas la verdad. Todo esto es por una chica. Así que te gusta Polly, la maciza de oro… Es mona, ¿eh? Pero un poco estirada, creo yo.

—Es un poco rara, la verdad. Pero a mí me gusta —sonrió Dylan—. Está portándose muy bien mientras le destrozamos la vida.

—Puede que sea rara. Y no es quien dice ser —declaró su tío entonces, levantando las cejas.

—¿Te refieres a que no es una experimentada publicista? Sí, eso ya lo sé. Ha mentido sobre su currículum, ¿y qué?

Hiram Wright sacudió la cabeza de lado a lado.

—No, quiero decir que no es Polly Tompkins. Estoy seguro.

—¿No es ella?

—No.

Habría podido pensar que era otra de las manías de su tío, pero él mismo no estaba muy seguro desde que conoció a Polly.

Y, además, le había pedido que no la llamase así cuando estaba besándola… Eso sí que era raro.



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